Las escribían donde podían, en las chabolas, entre los combates: en el empapelado, cuadernos de alumnos, libros de oficina…
Las revistas manuscritas de los guerrilleros se guardaban con los documentos importantes y se llenaban con hechos igual que con los relatos sobre la vida cotidiana, combates, héroes. Las revistas improvisadas se reanimaban con dibujos y humor invariable. Transmitiendo uno a otro, las leían para animarse con la esperanza de vencer pronto.